TEXTO DE LA SEMANA:

José Ibarretxe Markuartu: Lehendakari   "El Futuro nos Pertenece"   (Tomorrow Belongs to me) ANTONIO ELORZA:es catedrático de Pensamiento Político en la Universidad Complutense Tanto el 30 de diciembre en el Parlamento de Vitoria como el 1 de febrero en el Congreso de Madrid, Juan José Ibarretxe cerró su discurso con una profesión de fe optimista: «El futuro nos pertenece». No es seguro que su sensibilidad le permita algo más en la vida que valorar lo que favorece o es contrario a la consecución de la soberanía vasca por él liderada. Tal vez por eso mismo no se da cuenta de que lo que proclama como objetivo de su actuación política corresponde a la escena tal vez más significativa de una película que quizás vio en sus jóvenes años: Cabaret.  Es la estampa del adolescente nazi que en un paisaje idílico comienza a entonar un canto en elogio de todos los tópicos del hermoso panorama que le rodea, esa tierra incomparable de Baviera, como tierra incomparable es la de Euskadi, luego de la tierra va al mito, y de aquí a la proclamación brazo en alto, secundada entre el entusiasmo y el miedo por los asistentes, de que «el futuro nos pertenece». La metamorfosis del joven cantante diseñado por Bob Fosse se ajusta muy bien al itinerario ideológico de este hombre que no duda en arriesgarlo todo, la construcción nacional vasca incluida, con tal de ver consagrada su expectativa mesiánica. Los principales datos de la formación de su personalidad son fáciles de detectar. Podemos intuir cómo surgió en Ibarretxe el amor adolescente a las montañas que separan Álava de Vizcaya, el paisaje agreste donde tuvieron lugar en un plano imaginario las hazañas de los patriotas vascos desde las carlistadas a la Guerra del 36, base de la adhesión inquebrantable a un sujeto colectivo, el pueblo vasco, enfrentado al enemigo de siempre que es España. Paralelamente, debió de intervenir ese punto de formación clerical que configura su mentalidad, en tanto que los estudios económicos proporcionaron la fachada técnica. Requisito indispensable para que nuestro personaje conserve de por vida la fe del carbonero en el catecismo abertzale: pocas lecturas y nulo conocimiento de la Historia, gracias a lo cual está en condiciones de comulgar con las ruedas de molino sabinianas, entre ellas el mal rollo de la independencia perdida en 1839, la imagen de un pueblo vasco dotado de rasgos indelebles desde el mesolítico, y la obsesión de que el conflicto sólo podrá resolverse mediante la recuperación de la soberanía. En sus distintas variantes, el liderazgo en los movimientos ultranacionalistas ha sido siempre cosa de hombres de poco seso, pero de mucha determinación y de probada astucia. Sin que deba olvidarse la ambición política, asentada sobre un esquema dualista en virtud del cual consagrará toda su acción, y por todos los medios, a conseguir una hegemonía irreversible para la comunidad nacionalista.  La mutación se ha consumado: la estampa afable del lehendakari, prototipo del buen vasco de extracción rural, sencillo y cordial entre su gente, se carga de crispación, con un gesto de violencia contenida, cuando tiene que soportar desde un escaño en silencio las críticas en el Congreso. Sólo que no le hace falta a Ibarretxe practicar de modo directo esa violencia contra los otros. De eso se ha encargado, y puede seguir encargándose en el futuro si llega la hora de las «tortas», nuestra patriótica organización terrorista. Ibarretxe no dudó en aliarse con ETA en 1998, y del Pacto de Lizarra extrae las líneas maestras de su estrategia. El asalto fallido de los atentados etarras en 2000-2001 no perturbó el impasible ademán del lehendakari, que encontró un punto de equilibrio cargado de cinismo, al insistir una y otra vez en la condena de ETA, al mismo tiempo que defendía con todos los medios a su alcance la presencia institucional y la legalidad de las organizaciones vinculadas a la banda, empezando por Batasuna y por su sucesora Sozialista Abertzaleak. La consecuencia política, a la vista de la votación del 30 de diciembre, es bien clara. Ibarretxe se las arregla para distanciarse de ETA al mismo tiempo que busca en la organización terrorista su apoyo para una iniciativa política estrechamente ligada al Pacto de Lizarra. Y sobre todo cuenta con ella para superar los momentos difíciles, tal y como ocurrió ese mismo 30 de diciembre. La grandilocuente condena de ETA otorga un marchamo de demócrata pacifista al lehendakari, pero a continuación su carga se dirige contra los partidos políticos y el Gobierno español Así Ibarretxe actúa sobre seguro.  Es beneficiario de la ilegalización de Batasuna, al mismo tiempo que la defiende a sabiendas de que esa actitud no tendrá repercusión alguna. La jugada es maestra. Si quiere sobrevivir, Batasuna irá a remolque, por muchas bombas ocasionales que coloque ETA para crear la impresión de que es el nacionalismo radical quien dirige la partida. Obviamente, la virtud más estimable de Ibarretxe no reside en la adhesión a los valores de la democracia, sino en la habilidad para servirse de la democracia, de sus instituciones y de sus medios de comunicación, para alcanzar sus propósitos. Su juego simultáneo con dos barajas le permite actuar al mismo tiempo en dos escenarios. Monta desde sí y para sí un proyecto constituyente de signo autoritario, sin admitir la más mínima influencia exterior, y luego clama por la negociación y el diálogo, utilizando todos los recursos que le proporciona la legalidad constitucional, que, por otra parte, niega de principio a fin.  Condena a ETA, y al mismo tiempo apoya hasta el fin a sus organizaciones, para que el pulpo del terror extienda sus tentáculos hacia el interior de la sociedad vasca disfrutando de la legalidad. Así los constitucionalistas, léase españolistas, quedan maniatados. La dimensión teleológica de su política es la misma de ETA: convertir en realidad el ansia de discriminación contra quienes no forman parte del 'nosotros' nacionalista. Abertzale no significa patriota, sino xenófobo. Por algo está Sabino Arana detrás de las tres formaciones del espectro nacionalista. Al igual que ETA, Ibarretxe ve en España el enemigo con el cual sólo podrá alcanzar Euskadi la convivencia tras independizarse de ella, como de hecho garantiza la 'libre asociación' prevista en el nuevo Estatuto. No aprobará los crímenes, pero sí descalificará a las víctimas si se trata de extraer alguna consecuencia política del terror. Ibarretxe insiste en que los atentados y las exacciones de ETA para nada afectarán al comportamiento político de los vascos. Como si su propia posición de poder no fuese un producto de la actuación del terrorismo sobre la sociedad vasca y la supuesta búsqueda de la paz, el primer pretexto para la presentación de su plan. El engaño y la mentira han sido siempre compañeros inevitables de la acción política, pero cuando constituyen como en este caso el núcleo de la misma no cabe hablar de democracia, sino de demagogia. Por añadidura, practicada al margen de la ley, contra la ley, y con la voluntad de consagrar para siempre una visión discriminatoria y excluyente de nuestra sociedad. Tiene razón Ibarretxe al resumir sus metas políticas en la frase citada: «El futuro nos pertenece». Es cosa propia, pero no del conjunto de los ciudadanos de Euskadi, ni siquiera de quienes se sienten comprometidos con la construcción nacional vasca, sino exclusivamente de los integrantes de la comunidad Sabiniana   Sabino Arana Goiri: Fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV)  "¿Qué somos?" . Obras Completas      Adolf Hitler: Jefe del Estado Alemán 1933-1945  "Mein Kampf"

 

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