MIL CIEN MILLONES DE PERSONAS INICIARON 2007 SIN ACCESO A AGUA. 2.600 millones no tienen acceso a instalaciones sanitarias adecuadas. Lo van a pagar muy caro.

4.900 niños murieron cada día en 2006. 1.800.000 de muertos en el año. Por no tener acceso al agua potable. La diarrea es la segunda causa de la altísima mortalidad infantil en el mundo. ¿Qué derecho hay en pleno siglo XXI, con las tecnologías disponibles, a condenar a buena parte del género humano a esta vida indigna y a riesgos mortíferos? Bernardo Kliksberg cree que el tema no se reduce sólo a la carencia del agua en sí, sino que la trágica problemática está relacionada con la ausencia de voluntades y de políticas de resolución del asunto. Por qué la falta de agua y de saneamiento en pleno siglo XXI es una ofensa para el ser humano y resulta éticamente intolerable. Cómo convertir el tema del agua en una prioridad dentro de la agenda colectiva. He aquí, algunas respuestas.

En 2006, 4.900 niños murieron diariamente, 1.800.000 por año, por dichas causas. Sobre todo, a través de la diarrea infantil, la segunda causa de la altísima mortalidad infantil que sigue presentando el planeta. Los niños muertos por diarrea en 2004 equivalen a seis veces el número de muertos anualmente por guerras durante la década de los noventa. Por otra parte, los niños del mundo perdieron 443 millones de días escolares por enfermedades vinculadas al agua o porque tienen que ir a buscar agua a donde sea para sus familias. Ejemplo de ello es Yeni Bazán –10 años, El Alto, Bolivia–, que da su testimonio en el estremecedor informe de desarrollo humano 2006 del PNUD dedicado al problema: Por supuesto que me gustaría ir a la escuela. Quiero aprender a leer y escribir, pero no puedo. Mi madre necesita que vaya a buscar el agua.

 GRAVES RIESGOS PARA LA SALUD
Una persona necesita un mínimo de 20 litros de agua diaria para beber y asearse. 1.100 millones tienen sólo 5 litros, y además, son de agua contaminada. Un europeo gasta por día 200 a 300 litros, y un estadounidense, 575 litros. En Inglaterra, el habitante promedio usa sólo en el depósito del inodoro 50 litros de agua diaria.

Cuatro de cada diez habitantes del planeta carecen de saneamiento adecuado. El citado informe refiere que se ven forzados a hacer sus necesidades en las cunetas de las carreteras, en bolsas de plástico (a las que llaman inodoros volantes), en las acequias o en descampados. Sufren graves riesgos de salud y van a buscar después agua en lugares totalmente contaminados. Además de su efecto letal sobre los niños, las insuficiencias de agua limpia y saneamiento comprometen severamente la salud. Casi la mitad de los habitantes de los países en desarrollo sufren en algún momento problemas de salud debido a ellas.

El agua limpia y el saneamiento impulsaron decisivamente la caída de la mortalidad en Estados Unidos e Inglaterra. Se estima que estas acciones han sido la causa de la mitad de la reducción de la mortalidad en Estados Unidos durante las tres primeras décadas del siglo XX, y que aumentaron la esperanza de vida en 15 años en Inglaterra de 1880 a 1920.

 NO ES ESCASEZ SINO DESINTERÉS
¿Qué derecho hay en pleno siglo XXI, con las tecnologías disponibles, a condenar a buena parte del género humano a esta vida indigna y a riesgos mortíferos? El tema no tiene nada que ver con falta de agua, sino con la falta de prioridad a la cuestión y la ausencia de las políticas necesarias. Con sólo 10.000 millones de dólares se podría reducir a la mitad para el 2015 el déficit de agua y saneamiento. Es menos de 5 días de gasto militar y menos de la mitad de lo que gastan anualmente los países desarrollados en agua mineral.

En América latina el tema no debería existir. Bendecida con recursos naturales de excepción, cuenta con el 33 por ciento de las reservas mundiales de agua dulce. Sin embargo, 50 millones de personas carecen de agua limpia, y 119 millones de saneamiento adecuado. Mientras que los estratos medios y altos no saben siquiera que el problema de falta de agua existe, o no se les ha ocurrido que pudiera no haber un inodoro, los más pobres de muchos países no tienen acceso a agua y salen a comprarla desesperados pagando muchas veces lo que paga quien abre la canilla. Así, el 20 por ciento de la población más pobre de El Salvador, Jamaica y Nicaragua gasta en agua el 10 por ciento de sus ingresos.

 DIFERENCIAS INACEPTABLES
Por otra parte, en 2004 carecían de saneamiento adecuado Nicaragua, 55 por ciento; Bolivia, 54 por ciento; El Salvador, 38 por ciento; Perú, 37por ciento; Panamá, 27 por ciento; República Dominicana, 22 por ciento; México, 21 por ciento; Paraguay, 20 por ciento. Se ha medido que en Perú contar con una letrina de pozo en la vivienda baja la diarrea infantil en un 50 por ciento, y con un inodoro equipado con cisterna, en un 70 por ciento. La mortalidad infantil es elevadísima en el 20 por ciento más pobre de ese país: 93 por cada mil 1000, frente a los 3 por cada mil de Suecia. En las favelas de Salvador, Brasil, se comprobó que la diarrea infantil era el doble entre los niños de hogares sin inodoro.

El PNUD subraya que la crisis mundial del agua nace de la desigualdad, la pobreza y el poder y no de la disponibilidad física. Se midió por primera vez la distribución mundial no ya de los ingresos sino del capital. Lo hizo la Universidad de la ONU. Los resultados indican que el 1 por ciento más rico del mundo es dueño del 40 por ciento del capital mundial, mientras que del otro lado, el 50 por ciento de la población mundial tiene sólo el 1 por ciento. Son disparidades casi obscenas. 65 millones de personas tienen cuarenta veces más que 3.250 millones.

La falta de agua y saneamiento es una afrenta al género humano e inadmisible en una América Latina con tanto potencial. Vulneran el derecho a la vida y la dignidad de millones, y es éticamente intolerable. Se impone ponerlas en el centro de la agenda colectiva y actuar.