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 LA SEMANA:    ..........otros textos publicados

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27 /12/2008 ATAQUE MASIVO A GAZA

  TEXTO DE LA SEMANA:        
 

 

60 AÑOS DE LA NAKBA, 40 AÑOS DE OCUPACIÓN  

La proclamación del Estado de Israel en 1948 ha quedado asociada en la memoria colectiva de los pueblos árabes -particularmente del palestino- a al Nakba, el Desastre, simbolizado por la pérdida de Palestina.
Antes, durante y después del establecimiento de Israel, el pueblo palestino ha sido víctima de un plan premeditado de violencia y terror por parte de las fuerzas sionistas que determinó que 531 localidades palestinas fuesen desalojadas con el objetivo de hacer realidad el primer gran mito fundacional del Estado de Israel: que Palestina era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra.
Más de cincuenta años después, la realidad de Palestina sigue viva en los cerca de cinco millones de refugiados y desplazados que, desde el abandono y la miseria, siguen reclamando su derecho al retorno y el reconocimiento de sus derechos nacionales.
 Al-Nakba constituye la más amplia y cuidadosamente planificada operación de limpieza étnica de la Historia moderna. Aquellos que no sufrieron este destino en el resto del territorio palestino afrontan en la actualidad la más brutal, duradera y única ocupación en el mundo.
 


 Recuperando la memoria de la NAKBA

IGNACIO ÁLVAREZ-OSSORIO*

La reivindicación de la memoria histórica de la nakba (término que significa ‘catástrofe’ o ‘desastre’, utilizado para designar al éxodo palestino) es el punto de partida para encontrar soluciones justas para el conflicto.

Los palestinos todavía siguen esperando la aplicación de la resolución 194, aprobada en 1948 por Naciones Unidas, que reclama su retorno e indemnización en el menor plazo de tiempo posible. 60 años más tarde, más de cuatro millones de refugiados, descendientes de esos 800.000 palestinos que fueron obligados a abandonar sus hogares, siguen esperando la aplicación del derecho internacional. Líbano acoge a un 10% de esta diáspora. Como recuerda la profesora Bassma Kodmani-Darwish, “en Líbano viven los mendigos del pueblo en el exilio, la anti-diáspora por excelencia, aquellos que no tienen ninguna prisa por su presente, por no hablar de su porvenir. Golpeados, desplazados en varias ocasiones, no han podido acumular riquezas, ni estatuto social, ni tampoco una formación que les permita mejorar su situación. Su pasado en Líbano es trágico, su presente es difícil y su futuro es incierto”.

Diversos centros de investigación e instituciones académicas han subrayado la necesidad de crear un gran museo de la nakba (la catástrofe), para evitar que con la desaparición de quienes la vivieron desaparezca también un pedazo de la historia reciente. Probablemente es Palestine Remembered (www.palestineremembered.com) quien ha trabajado más concienzudamente para reunir testimonios, fotografías y otra documentación de valor para reconstruir aquellos trágicos acontecimientos. En el curso de verano de 2004 me sumé a esta iniciativa y realicé una visita a los campamentos de Líbano con la intención de conocer de primera mano las condiciones de vida de los refugiados y encontrarme con quienes vivieron en sus propias carnes la nakba. Recuerdo especialmente los relatos de Mahmud de Nahr al-Bared y de Sumaya de Shatila.

Mahmud Hasan Layla nació en 1932 en una aldea llamada Saffuriyya, a medio camino entre Haifa y Tiberiades. Cuando las tropas israelíes expulsaron a la población se vio obligado a recorrer a pie los ochenta kilómetros que le separaban de la frontera. Ahora vive en Nahr al-Bared, campamento al norte de Trípoli que fue devastado en 2007 en los enfrentamientos entre el Ejército libanés y el grupo Fatah al-Islam. Mahmud recuerda: “Nuestro primer refugio fue un antiguo barracón francés en el valle de la Bekaa donde fuimos alojados por las autoridades. No disponíamos de agua ni electricidad y vivíamos hacinados, ya que cada barracón albergaba a veinte familias únicamente separadas por unas telas. Para alumbrarnos utilizábamos latas con aceite que formaban mucho humo y hacían irrespirable el aire. Más tarde se empezó a proporcionar a cada familia harina, azúcar, arroz, legumbres, conservas y aceite”.

En Shatila, cerca de un descampado lleno de chatarra y casas agujereadas por los obuses, me encontré con Sumaya Ahmad Ismail, una anciana con el rostro curtido por el sufrimiento. Originaria de Kabri, pueblo cercano a la frontera libanesa, huyó de Palestina cuando sólo sumaba once años: “Cuando atravesamos la frontera pasamos siete días viviendo bajo los olivares sin ninguna ayuda. Después vino la Cruz Roja y plantó varias tiendas cerca de Tiro donde vivimos seis meses. Yo era la encargada de recoger el agua para lo que tenía que recorrer varios kilómetros”.

De allí empezó un largo periplo: “Primero nos llevaron a Anjar, en la frontera siria, donde el invierno era muy crudo y la nieve superaba los dos metros de altura. Después fuimos a Nahr al- Bared, pero no había trabajo ni teníamos quien nos ayudara por lo que tuvimos que vender los pocos objetos de valor que nos quedaban. En 1953 recalamos en Beirut. Tras casarme nos establecimos en Tal Zaatar, pero el campamento fue destruido durante la guerra civil. Entonces no marchamos a Shatila, donde padecimos las masacres de 1982 y la guerra de los campamentos de 1985, tras las cuales quedó prácticamente destruido”.

El retorno siempre ha estado presente, sobre todo en los meses inmediatos a la expulsión. Algunos de los entrevistados confesaron haber cruzado la frontera en diferentes ocasiones para ver al resto de la familia o para asistir a alguna celebración. Sumaya reconoce con amargura: “En los primeros meses no dejábamos de pensar ni un minuto en el retorno, pero cada año estábamos más lejos de nuestros hogares. Ahora ya no sueño en nada. Que Dios me perdone, pero no puedo soñar en nada”.

*Profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante.


60 años de desposesión y limpieza étnica

Comunicado de más de 200 organizaciones llamando al boicot de las celebraciones por el 60º aniversario de la creación del Estado de Israel.

¿Cómo pueden ustedes celebrarlo? El establecimiento del Estado de Israel hace 60 años fue un proyecto colonial que sistemáticamente y de manera violenta expulsó a más de 750.000 árabes palestinos de su tierra y sus hogares. Hace 60 años las milicias sionistas saquearon las propiedades palestinas y destruyeron cientos de pueblos. ¿Cómo pueden personas con conciencia celebrar esta catástrofe?

Israel lleva 60 años negando a los refugiados palestinos el derecho al retorno declarado por Naciones Unidas para volver a sus hogares y recibir una compensación, simplemente porque son “no judíos”. Israel continúa ocupando ilegalmente Palestina y otras tierras árabes, violando numerosas resoluciones de Naciones Unidas. Israel persiste en su negación de derechos humanos fundamentales a la población Palestina, contraviniendo el Derecho Internacional Humanitario y la Declaración de Derechos Humanos. Israel mantiene sujeta a la población palestina a un sistema de discriminación institucional, con fuertes reminiscencias con el difunto régimen del apartheid en Sudáfrica. Además, Israel consigue salir impune gracias a la ilimitada inmunidad y la generosa ayuda económica, diplomática, política y académica otorgada por EE UU y la UE.

En vista de esta opresión con múltiples caras, estimamos que cualquier participación –árabe e internacional, individual o institucional– en cualquier actividad que contribuya directa o indirectamente con las celebraciones del 60º aniversario del Estado de Israel, consiste un acto de complicidad con la perpetuación de la desposesión y el desarraigo de los refugiados, la prolongación de la ocupación y la profundización del apartheid israelí. La invitación a Israel como “huésped de honor” a las ferias del libro de Turín y París, por ejemplo, no es sólo una traición deliberada a los principios básicos de los derechos humanos, que están ligados con las propias leyes de la Unión Europea sino una tentativa deliberada para encubrir los crímenes de guerra israelíes contra la población árabe, especialmente los crímenes de guerra en Líbano y Palestina, y el paulatino genocidio contra un millón y medio de palestinos asediados y colectivamente castigados en la Franja de Gaza. En resumen, celebrar el 60º aniversario de Israel equivale a bailar sobre las tumbas de la población Palestina.

Llamamos a la sociedad civil internacional y a todos sus miembros, particularmente instituciones y personas que trabajan en el ámbito artístico, académico, deportivo, sindicatos, y comunidades religiosas a boicotear el 60º aniversario de Israel, dondequiera que acontezca en todo el mundo. Estas celebraciones, por definición, insultan nuestra historia, violan nuestros derechos y profundizan nuestra opresión. También hacen inútil el camino de la justicia, la libertad, la igualdad, y una paz justa y duradera basada en el derecho internacional.

Más de 200 organizaciones de la sociedad civil Palestina han suscrito este llamamiento: www.bds-palestine.net.


Revisitando la historia del nacimiento del Estado de Israel

Los ‘nuevos historiadores’ israelíes ofrecen una historia bien distinta a la oficial sobre el origen del Estado de Israel en donde la limpieza étnica cumple un papel primordial para su comprensión

A continuación exponemos las bases fundamentales del trabajo de los nuevos historiadores israelíes, representado en la obra de Ilan Pappe, ex profesor de la Universidad de Haifa, actualmente exiliado voluntariamente en la Universidad de Exeter. Es su voz clara, desde la renuncia temporal a continuar trabajando en el interior de Israel, la que marca el punto de partida para nuestra revisión de la historia oficial y la reivindicación de que la justicia internacional se haga cargo de los crímenes cometidos contra la humanidad en el momento de la creación del Estado de Israel.

Reproducimos tres fragmentos del libro La limpieza étnica de Palestina de Ilan Pappé (Editorial crítica, 2008), obra fundamental para el conocimiento de la historia real de Palestina.

MATANZAS, TERROR Y 800.000 EXPULSADOS

“(…) En la fría tarde del miércoles 10 de marzo de 1948, un grupo de 11 hombres, conformado por veteranos líderes sionistas y jóvenes oficiales militares judíos pusieron los planes finales para un plan de limpieza étnica de Palestina. Esa misma tarde se enviaron órdenes militares a las unidades sobre el terreno para preparar la expulsión sistemática de los palestinos de vastas partes del país (… ).

Las órdenes estaban acompañadas de una descripción detallada de los métodos que habían de emplearse para desalojar a la fuerza a las personas: intimidación a gran escala; asedio y bombardeo de las aldeas y centros poblacionales; incendio de casas, propiedades y bienes; expulsión, demolición; y finalmente siembra de minas entre los escombros para impedir el regreso de cualquiera de los expulsados…

(…) Una vez que la decisión fue tomada, se tardó seis meses en completar la misión. Cuando estuvo terminada, se había desarraigado a más de la mitad de la población nativa de Palestina (cerca de 800.000 personas) destruido por completo 531 aldeas y vaciado 11 barrios urbanos. El plan adoptado el 10 de marzo de 1948 y su implementación sistemática es un ejemplo clarísimo de una operación de limpieza étnica, algo que el derecho internacional considera un crimen contra la humanidad. Un crimen semejante, no obstante, se ha borrado de la memoria pública global: el expolio de los palestinos en 1948 por parte de Israel, el acontecimiento más formativo de la Palestina moderna ha sido negado sistemáticamente y sigue sin ser reconocido como un hecho histórico que es necesario abordar desde un punto de vista no sólo moral, sino político…”.

LIMPIEZA ÉTNICA COMO PUNTO DE PARTIDA

(...) Adoptar el prisma de la limpieza étnica como punto de partida y solución del conflicto. Este enfoque nos permite penetrar en el manto de complejidad que los diplomáticos israelíes emplean de forma instintiva y detrás del cual se ocultan los académicos del país cuando pretenden repeler los intentos los intentos de criticar al sionismo o al Estado judío por su conducta.

“Los extranjeros”, se dice en mi país, “no entienden ni pueden entender nuestra desconcertante historia”, por lo que no hay necesidad de explicársela. Lo único que pueden hacer, como el Gobierno de Israel ha defendido siempre es permitir que “nosotros” en tanto representantes del bando “civilizado y racional” del conflicto, hallemos una solución justa “para nosotros mismos” y para el bando contrario, los palestinos, que son la encarnación del mundo árabe “incivilizado y emocional”.

Sin embargo, lo que resulta más desconcertante en el caso de Palestina es el abismo entre realidad y representación. Es difícil de explicar por qué un crimen de tal envergadura, perpetrado en tiempos modernos en una coyuntura histórica con la presencia de tantos periodistas y observadores de la ONU, había de ignorarse de forma tan completa. Y es imposible negar que la limpieza étnica de los palestinos ha sido erradicada de la memoria colectiva.

Con todo, la solución parecería sencilla: en tanto último enclave poscolonial europeo en el mundo árabe, Israel no tiene otra alternativa que transformarse voluntariamente un día en un Estado civil y democrático. El derecho de los refugiados palestinos a los que Israel expulsó en 1948 a regresar a sus hogares fue reconocido por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1948. Este derecho se funda en la legislación internacional y es coherente con todas las nociones de justicia universal. Más sorprendente quizá sea el hecho de que tiene sentido en términos de realpolitik. A menos que Israel reconozca el papel central que ha desempeñado en el expolio del pueblo palestino, y acepte las consecuencias que implica este reconocimiento de la limpieza étnica, todos los intentos de resolver el conflicto están condenados al fracaso (...).

EL PLAN DALET: UN PROYECTO COLONIAL

(...) Con el nombre en clave de Plan D (Dalet en hebreo) era la cuarta y definitiva versión de proyectos anteriores mucho menos contundentes en los que se esbozaba el futuro que los sionistas tenían en mente para Palestina y, por consiguiente, para su población nativa. Las versiones previas sólo se habían preocupado vagamente de la manera en la que la directiva sionista pensaba lidiar con la población palestina. La cuarta versión lo exponía claramente: los palestinos tenían que irse. El hecho de que quienes expulsaban fueran unos recién llegados al país y formaran parte de un proyecto colonialista hace que el caso de Palestina se asemeje a la historia colonialista de la limpieza étnica de las Américas, África y Australia, donde los colonos se acostumbraron a cometer tales crímenes de forma rutinaria. El nexo entre colonialismo y sionismo plantea en primer lugar la explotación antes que la expulsión, pero una vez la idea de una economía exclusivamente judía pasó a convertirse en idea central del proyecto, dejó de existir espacio para los campesinos y trabajadores árabes, que fueron limpiados del territorio... Las fuentes palestinas, que combinan la información que se halla en los archivos militares israelíes con la que ofrecen las historias orales, mencionan 31 masacres confirmadas, empezando por la masacre de Tirat Haifa el 11 de diciembre de 1947 y terminando con la de Khirbat Ilin en el área de Hebrón el 19 de enero de 1949, y es posible que se produjeran al menos seis más. No contamos con un archivo sistemático de memoria de la Nakba que nos permita rastrear los nombres de los muertos en aquellas masacres. A 15 minutos de la Universidad de Tel Aviv se encuentra la aldea de Kfar Qassim, donde el 29 de octubre de 1956 las tropas israelíes masacraron a 49 aldeanos que regresaban de sus campos. Después vino Qibya, a finales de los ‘50, Samoa en los ‘60, las aldeas de Galilea en 1976, Sabra y Chatila en 1982, Kfar Qana en 1999, Wadi Ara en 2000 y el Campo de refugiados de Jenin en 2002. Betselem, la principal organización defensora de los Derechos Humanos en Israel lleva un registro exhaustivo. La matanza de palestinos por parte de Israel no ha terminado nunca.


Apartheid israelí: robo de tierra y expulsión

El régimen israelí ha establecido un sistema legal que pretende legitimar el robo de la tierra palestina expulsando a sus habitantes.

INGRID JARADAT GASSNER*

Desde 1948, Israel se ha convertido en el vehículo de consolidación de las ventajas adquiridas durante la guerra por el sionismo. El control efectivo del territorio sienta las bases para la inmigración exclusivamente judía sin restricciones. Un gobierno militar (1948-1966) tuvo como objetivo controlar a la población Palestina que no fue expulsada, impedir el retorno de los refugiados y facilitar la apropiación de la tierra no sólo de los expulsados sino también de los que se quedaron. A mediados de los años ‘50, Israel había asesinado a más de 5.000 personas acusándolos de “infiltración” que en realidad sólo trataban de regresar a sus hogares. La tierra controlada por el Fondo Nacional Judío se había incrementado del 11% antes de 1948 al casi 90% de la actualidad. Los nombres de más de 500 aldeas destruidas se borraron de los mapas y todos los patronímicos fueron traducidos al hebreo. Se destruyó sistemáticamente los restos de los pueblos hasta mediados de los ‘60 y aún en la actualidad se continúa demoliendo piedra a piedra la Palestina anterior a 1948. Se ha denominado a esto “la limpieza del paisaje nacional”.

El Estado promulgó un régimen de apartheid para legalizar y sostener el desplazamiento masivo de población y la expropiación de los bienes palestinos a partir de la guerra de 1948. En julio de 1952 se aprobó la Ley de Ciudadanía y Entrada a Israel que facilitó la retirada de nacionalidad a los refugiados palestinos ya que se encontraban desplazados, fuera del territorio. No fueron capaces de acreditar un domicilio en su tierra natal mientras cualquier judío del mundo y sus parientes tienen reconocida la ciudadanía israelí según la Ley del Retorno de 1950. Se ha generado una red de leyes relacionadas con las propiedades “abandonadas” que han sido transferidas al Estado, la Autoridad de Desarrollo y el Fondo Nacional Judío. Según la Ley de 1960 sobre la tierra de Israel estas tierras no pueden ser transferida ni mediante venta ni mediante cualquier otro método lo que asegura el uso exclusivo por parte de judíos de un porcentaje de tierra que se acerca ya al 93%.

*Directora of Badil. Centro de recursos para los derechos de los refugiados palestinos. (extraído de la revista AL MAJDAL nº 36-37 www.badil. org).


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TODOS CONTRA EL MURO

Una aldea palestina, símbolo de la defensa de los derechos humanos

 

Hombres, mujeres y niños se emplearon a fondo para exigir, sin violencia, el desvío del muro que separaba sus viviendas de sus campos de cultivo, de sus rebaños y por tanto de su medio de vida.

Esta barrera, el llamado “muro de Sharon” hace que amplias zonas de Cisjordania queden anexionadas a Israel y separa a los humildes agricultores palestinos de sus tierras, de sus familias, de sus seres queridos… “Defiendo mi Tierra”, “Bilin, my love” en inglés, es un documental realizado en condiciones muy precarias, en medio de la brutal represión de los soldados israelíes, pero que a pesar de las dificultades, refleja con nitidez el drama de esas familias palestinas que viven atrapadas en el eterno conflicto entre los suyos e Israel. Y que, por este motivo, se enfrentan casi a la extinción.

En su lucha por defender sus vidas y escasos bienes, los campesinos de Bilin recibieron el respaldo de organizaciones pacifistas de Israel y otras partes del mundo. Y a finales del año pasado, la Corte Suprema de Israel les dio la razón y decretó que el muro que estrangulaba a Bilin fuera modificado a su paso por la aldea.

Todos ellos representan el triunfo de los métodos pacíficos y de la imaginación sobre la violencia bélica y la avaricia de aquellos especuladores que, aprovechándose de la situación, intentaron hacer negocio urbanístico con las tierras ocupadas.

“Defiendo mi Tierra” fue elegido Mejor Documental en el Jerusalem Film Festival y ha obtenido un Premio Especial en el de Rótterdam

DocumentosTV: Defiendo mi Tierra

Producción: Claudius films production
Nacionalidad: Palestina/Israel
Duración: 57 minutos

Argumento:
Estremecedor y conmovedor relato de la lucha pacífica de los 1.700 habitantes de Bilin , una pequeña localidad de Cisjordania, Palestina, por defender sus propiedades, sus tierras, sus cultivos de los ejércitos de ocupación de Israel . Las gentes de Bilin se enfrentaron a la fuerza con la imaginación....
 

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  David Porcel Muñoz - © 1997
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