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       TEXTO DE LA SEMANA:

 

CERVANTES  & EL QUIJOTE

Miguel De Cervantes Saavedra: Novelista, poeta y dramaturgo   español. Se cree que nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares y murió el 22 de abril de 1616 en Madrid, pero fue enterrado el 23 de abril y popularmente se conoce esta fecha como la de su muerte. Es considerado la máxima figura de la literatura española.
Es universalmente conocido, sobre todo por haber escrito
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal. Se le ha dado el sobrenombre de Príncipe de los Ingenios,  es el libro más traducido después de la Biblia


      Miguel de Cervantes Saavedra   

Cervantes nace en 1547 en Alcalá de Henares, hijo de Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas.

Probablemente residió en diversas poblaciones de España al tener que acompañar a su padre, que quería mejorar su profesión de cirujano.

Hacia 1551, Rodrigo de Cervantes se trasladó con su familia a Valladolid. Por deudas, estuvo preso varios meses y sus bienes fueron embargados. En 1556 se dirigió a Córdoba para recoger la herencia de Juan de Cervantes, abuelo del escritor, y huir de los acreedores.

No existen datos precisos sobre los primeros estudios de Miguel de Cervantes, que, sin duda, no llegaron a ser universitarios. Parece ser que pudo haber estudiado en Valladolid, Córdoba o Sevilla. También es posible que estudiara en la Compañía de Jesús, ya que en la novela El coloquio de los perros elabora una descripción de un colegio de jesuitas que parece una alusión a su vida estudiantil. Aunque poco se sabe de sus estudios: sin embargo, hay que resaltar que, en Madrid, fue discípulo del profesor de Gramática Juan López de Hoyos, quien en 1569 publicó un libro sobre la enfermedad y muerte de la reina doña Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. López de Hoyos incluye en ese libro dos poesías de Cervantes, esas son sus primeras manifestaciones literarias.

En 1569 salió de España, a causa de algún problema con la justicia, y se instaló en Roma, donde ingresó en la milicia, en la compañía de don Diego de Urbina, con la que participó en la batalla de Lepanto (1571). En este combate naval contra los turcos fue herido de un arcabuzazo en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Cuando, tras varios años de vida de guarnición en Cerdeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia (donde adquirió un gran conocimiento de la literatura italiana), regresaba de vuelta a España, la nave en que viajaba fue abordada por piratas turcos (1575), que lo apresaron y vendieron como esclavo, junto a su hermano Rodrigo, en Argel. Allí permaneció hasta que, en 1580, un emisario de su familia logró pagar el rescate exigido por sus captores.

Ya en España, tras once años de ausencia, encontró a su familia en una situación aún más penosa, por lo que se dedicó a realizar encargos para la corte durante unos años. En 1584 casó con Catalina Salazar de Palacios, y tras rehacerse económicamente viajó a Madrid y comenzó a escribir u novela pastoril La Galatea, obra que publicaría en 1585.

En 1587 consiguió un nuevo trabajo como Comisario de Provisiones en la Armada Invencible y con las relaciones que consigue acaba instalándose en Sevilla trabajando como proveedor real. Puesto que, si bien le acarreó más de un problema con los campesinos y una acusación por malversación, le permitió entrar en contacto con el abigarrado y pintoresco mundo del campo que tan bien reflejaría en su obra maestra, El Quijote, que comenzó a gestarse, según el prólogo a esta obra, cuando Cervantes acaba en la cárcel. No se sabe si con ese término quiso decir que comenzó a escribirlo mientras estaba preso o, simplemente, que se le ocurrió la idea allí.

El éxito de este libro fue inmediato y considerable, pero no le sirvió para salir de la miseria. Al año siguiente la corte se trasladó de nuevo a Valladolid, y Cervantes con ella. El éxito del Quijote le permitió publicar otras obras que ya tenía escritas: los cuentos morales de las Novelas ejemplares, el Viaje del Parnaso y Comedias y entremeses.

En 1616, meses antes de su muerte, envió a la imprenta el segundo tomo del Quijote, con lo que quedaba completa la obra que lo sitúa como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de una sátira corrosiva de las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes arquetípicos y contrapuestos, el iluminado don Quijote y su prosaico escudero Sancho Panza. Miguel de Cervantes Saavedra muere el 22 de abril de 1616.

Cervantes está considerado como uno de los máximos exponentes de la literatura española, autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra fundamental de las letras universales. Esta obra fue traducida a prácticamente todos los idiomas, ha sido publicada en todo el mundo y ha sido adaptada en múltiples y diferentes formatos en muchas ocasiones, desde películas a cómic, desde series de televisión a teatro o radio. Considerada como la primera novela moderna, Cervantes consiguió con El Quijote una obra inmortal capaz de traspasar la barrera del tiempo.

                           OBRAS            

        Novelas   

  • La Galatea (1585)
  • El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
  • Novelas ejemplares (1613)
    - La gitanilla
    - El amante liberal
    - Rinconete y Cortadillo
    - La española inglesa
    - El licenciado Vidriera
    - La fuerza de la sangre
    - El celoso extremeño
    - La ilustre fregona
    - Las dos doncellas
    - La señora Cornelia
    - El casamiento engañoso
    - El coloquio de los perros
     
  • El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615)
  • Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617)

     Teatro    

  • El cerco de Numancia (1585)
  • La conquista de Jerusalén
  • Los tratos de Argel
  • El gallardo español
  • La gran sultana 
  • Los baños de Argel
  • La casa de los celos y selvas de Ardenia
  • El laberinto de amor
  • La entretenida
  • Pedro de Urdemalas
  • El rufián dichoso

       Poesía      

  • Viaje del Parnaso (1614)

 

       VIDEO DE LA SEMANA:

Capítulo primero. Don Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordar-me, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: [...] los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar –que era hombre docto, graduado en Sigüenza–, sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.

En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asen-tósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado ...............


     Tabla de los capítulos del Quijote de la Mancha   

Preliminares del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha

Primera parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Tercera parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Cuarta parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha

  Universidad de Alcalá
1997

 

 

 

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