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MIS TRES GOLPISTAS

A mi tierna edad (65 tacos) ya he vivido con  3 GOLPISTAS ....FRANCO, TEJERO, PUIGDEMONT


Probablemente, la más peligroso y vergonzosa de España(*),   es la histórica recurrencia al golpe de estado: nada más y nada menos que diez en los últimos 100 años. Sólo Tailandia y Perú nos superan con veinticinco y doce respectivamente, ya que Chile nos empata y Argentina nos sigue con siete.

Un golpe de estado tiene como objetivo subvertir el ordenamiento jurídico vigente, conculcando la soberanía y voluntad democrática del pueblo e imponiendo unilateralmente nuevas normas.

 La vergüenza que sentimos los demócratas por ese lamentable pasado de España no debe inducirnos a obviarlo ni a olvidarlo, pues ello aumentaría la probabilidad de nuevos y antidemocráticos episodios. Sobre todo si consideramos probada cierta tendencia genético-social al golpismo que tenemos los españoles y nuestros descendientes latinoamericanos. En ese sentido, es decir, con el propósito de aprender del pasado para evitar cometer los mismos errores en el presente y en el futuro, enumero seguida y brevemente la cronología golpista de España:

  1. -. 1923 Miguel Primo de Rivera. Militar.

  2. -. 1926 Francisco Aguilera y Egea. Militar. (Sanjuanada)

  3. . 1930 Fermín Galán. Militar. (Sublevación de Jaca)

  4. -. 1931 Francisco Maciá. Político. ERC

  5. -. 1932 José Sanjurjo Sacanell. Militar. (Sanjurjada)

  6. -. 1934 Luis Companys. Político. ERC

  7. -. 1934 Francisco Largo Caballero. Político. PSOE

  8. -. 1936 Francisco Franco. Militar.

  9. -. 1939 Segismundo Casado. Militar.

  10. -. 1981  Tejero-Jaime Milans del Bosch-Alfonso Armada. Militar.

  11. -. 2017 Carles Puigdemont (PDeCAT, ERC, CUP)

En España, el 27-S de 2015 se celebraron unas elecciones autonómicas ordinarias que el independentismo catalán las calificó de plebiscitarias. Los votantes no encontraron papeletas ni del sí ni del no, sino papeletas de siete opciones políticas para conformar el parlamento de Cataluña. Por tanto, no habrá plebiscito alguno

Aclarado que las elecciones autonómicas del 27-S no fueron un referéndum ni se votó independencia alguna, se demuestra que lo que pretenden los independentistas es una mayoría para posteriormente declarar unilateralmente la independencia y culminar así el undécimo golpe de estado a España. Respecto a una posible independencia de una parte de España tenemos que decidir todos los españoles y debemos hacerlo ateniéndonos al procedimiento establecido en el marco jurídico vigente. (¿Esposible que una parte de España se independice? ¡Por supuesto que sí

Por tanto, lo ilegal es ilegal por muchos eufemismos que se utilicen. Además, lo ilegal tiene consecuencias penales, administrativas y políticas. Pero, que cada palo aguante su vela

 

Lo primero ha sido la tentativa de culminar el golpe desencadenado el 6 y 8 de septiembre en el Parlament al imponerse las leyes de ruptura o “desconexión” que pretendieron derogar la legalidad democrática vigente abrogando antes su legitimidad.

La esencia de esta operación es la ruptura del Estatut. Más concretamente, algo tan detallista como la abrupta cancelación de su legítimo mecanismo de reforma: el artículo 222, que, para emprenderla, “requiere el voto favorable de las dos terceras partes de los miembros” de la Cámara y no una simple mayoría.

Ese propósito se fraguó ya en los preparativos de las elecciones “plebiscitarias” del 27-S de 2015. “Un fantasma se cierne sobre Cataluña, el de un golpe contra el Estatut, el de un golpe contra la legalidad catalana, el de un golpe contra los ciudadanos catalanes. Eso sí, paradójicamente ideado, planificado y a ejecutar por catalanes: se trata pues, propiamente, de un autogolpe”, radiografié dos meses antes (Un golpe contra Cataluña, ).

La operación “implica”, añadía, “la subversión del ordenamiento y la ocupación ilegítima de las instituciones, o su desnaturalización”. Para lo que no obstaba la ausencia de una violencia indiscriminada, como ilustra el del general Primo de Rivera, un “mero pronunciamiento”, y otros reseñados en Técnicas de golpe de Estado, de Curzio Malaparte (Planeta, 2009).

Como este desentrañó en el golpe de Bonaparte, lo esencial es “parecer que obedece las leyes, sus acciones deben conservar todas las apariencias de la legalidad”. Y “su objetivo táctico es el Parlamento: quieren conquistar el Estado mediante el Parlamento”, exactamente lo buscado en la bochornosa sesión del día 6 en el Parlament de la Ciutadella.

En un brillante artículo, el profesor Javier García Fernández apeló recientemente a Hans Kelsen cuando este indicaba que hay un golpe de Estado cuando “el orden jurídico de una comunidad es anulado y sustituido en forma ilegítima por un nuevo orden

Y el notari de Catalunya, Juan-José López Burniol, precisó tras el parlamentazo que “ha sido un golpe de Estado porque lo hay siempre que se produce una subversión total del ordenamiento jurídico establecido con voluntad explícita de hacerse con el control absoluto del poder” (La Vanguardia, 16/9). También lo han dicho Joan Tapia (El Periódico, 17/9), y Mario Vargas Llosa y Josep Borrell, anteayer.

Ahora bien, cada caso es distinto, aunque todos exhiban rasgos comunes. Y el rasgo diferencial del caso catalán es la concatenación del golpe con el burbujeo de una rebelión popular de una parte notable de la ciudadanía catalana, con nostalgia de aromas de 14 de abril. La autoridad insubordinada apela a ella para tomar prestado algún grado de legitimidad. Y esta se la concede a gusto, contra su propio interés.

Así que al intento de toma y destrucción del Estado por el bloque de los indepes indesmayables se une parte del frente antiRajoy. Una porción de quienes —infinidad en Cataluña— detestan al PP. Y que no solo no posponen sino que colocan en primer plano su responsabilidad pasada en la gestación de la crisis: la campaña antiEstatut de 2006, la parálisis del Gobierno durante un lustro, sin plantear respuestas políticas. La confluencia de ambos afluentes da la calle reactiva a los registros y otras actuaciones judiciales de anteayer: y de próximas jornadas.

Muchos, los anticonservadores legalistas, anteponen con acierto la defensa del orden democrático a ese historicismo, y consideran que no hay que llorar sobre la leche derramada. Pero el ruido de la coyunda entre quienes practican el golpe y quienes lo aplauden como si no lo fuera, y como forma expeditiva y espúrea de echar a un Gobierno (en vez de la propia en democracia, convencer a la mayoría) es atronador. Y un cierto manejo mediático del mismo ofrece la imagen distorsionada del espejo cóncavo.

La dificultad del momento para la democracia y para las autoridades reside en combinar el recetario con que afrontar los dos males al mismo tiempo. Contra el golpismo, cualquier medida del ordenamiento constitucional puede convenir, si se encaja legalmente: el principio es la suficiencia, del que forma parte la rotundidad que resulte indispensable.

Y ante la rebelión popular es preciso extremar precisión y proporcionalidad, nunca estropear más de lo que se arregla. No porque el empleo de esos principios vaya a convencerla de entrada —ya hemos visto nutridas manifestaciones contra las primeras medidas judiciales, que eran notoriamente selectivas— sino, porque solo sobre el sentido de la mesura puede sembrarse para pronto la siempre aplazada vía política —–y explicarla bien desde ya; no basta con la justificación de la actuación coercitiva—: el diálogo normalizador, las propuestas, las reformas, la negociación… con quienes la prefieran, y la antepongan al caos

fuente: El Pais:

 

 

   Los rostros del procés
 

 

 

Quién destruyó la autonomía de Cataluña (y quién no)

No. La independencia no es respuesta a la represión.
Ni el mundo se traga el relato victimista


 

NO.  Cataluña no se ha ganado el derecho a la independencia por la actuación policial (torpe e ineficaz, interesadamente exagerada) en el 1-O, porque precisamente lo que se votaba en aquella farsa de referéndum era la independencia inmediata.

NO. . Quien ha destruido la autonomía de Cataluña no es ese malvado Madrid, sino los gobernantes de la comunidad que decidieron dinamitar la legalidad estatutaria y constitucional. El Gobierno central pecó, si acaso, de inacción, pero no de provocación o precipitación

NO. el artículo 155 no es un golpe de Estado. Si ha habido aquí un golpe de Estado es el que se dio en las noches de los días 6 y 7 de septiembre, cuando el Parlament votó las dos leyes de ruptura (es una cursilada lo de desconexión) con la oposición fuera de sus escaños. El 155 pudo activarse entonces, pero el Gobierno se esperó a ver si lograba evitar la votación, luego se esperó a una declaración formal de independencia, después se cruzaron las dos cartas, se hizo la petición de una convocatoria electoral que habría sido la única salida no traumática.

NO.  Los responsables de este desastre no pueden presentarse como las víctimas. Si se pretendía desafiar al Estado e iniciar una revolución, había que medir antes las fuerzas que se tienen para ganarla. No vale llorar porque te hacen daño si has empezado tú la pelea. Sabían lo que hacían cuando votaron que habría un referéndum vinculante aunque lo prohibiera el Constitucional, que se proclamarían resultados aunque nadie los verificara, que en 48 horas se fundaría la república.

NO.  No bastaba decir en un minuto “asumo el mandato” y “ahora lo suspendo” para hacernos creer que hemos vuelto a la normalidad.

NO.  España no es un Estado autoritario (mucho menos totalitario, como ha dicho un indocumentado Junqueras) por suspender la autonomía de Cataluña. Cualquier Estado democrático, con cualquier Constitución, intervendría ante un intento de secesión a las bravas. Tampoco Canadá o el Reino Unido habrían permitido esto jamás. Tony Blair suspendió nada menos que cuatro veces la autonomía de Irlanda del Norte después de la paz del Viernes Santo de 1998, hasta que logró forzar consensos entre unionistas y nacionalistas, lo que ayudó a encauzar aquel difícil proceso de paz. Ahora Theresa May amenaza con hacer lo mismo.

NO.  Europa no ha comprado el relato nacionalista, solo lo hacen aquellos que también quieren romper Europa. La prensa seria internacional hace autocrítica por las noticias falsas que le han colado estos días. La UE tiene que apoyar al Gobierno español porque el contagio de la fiebre secesionista la destruiría.

NO.  no habría paz en un continente de fronteras inestables, metido en una espiral de fragmentación.

NO., la autodeterminación no es un derecho humano, ni de los pueblos que no hayan sido colonizados, ocupados o sometidos a genocidio.

NO. . No nos miremos en el desmoronamiento de Yugoslavia, el episodio más sangriento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. No, Cataluña no es Kosovo ni Eslovenia. Que nunca sea Bosnia.

NO.  No son presos políticos quienes responden ante la justicia por sus acciones contra la ley, nunca por sus ideas.

NO. . No estamos volviendo a un Estado centralista. La intervención de la autonomía, como la ha anunciado Mariano Rajoy, es total, pero tiene un horizonte temporal definido, de seis meses hasta elegir un nuevo Parlament. Es reversible, lo que no habría sido la independencia. Cataluña mantendría intactas todas sus atribuciones si no se hubiera saltado la ley; las recuperará en cuanto renuncie a seguir esa vía. No se dan pasos atrás en la descentralización. Pero el federalismo, o como lo llamemos, solo puede basarse en la lealtad de las instituciones. Ningún sistema político permite en su seno a gobiernos rebeldes al imperio de la ley.

NO.  Esto no es España contra Cataluña. Sobre todo es media Cataluña contra la otra media, como ha dicho bien Joaquín Sabina. Una fractura interna, cargada de odio, que costará mucho cerrar.

NO.  No va a ser fácil lo que viene. Una administración intervenida va a funcionar mal. Se va a enfrentar a resistencias enormes dentro y fuera, en la calle. Es una situación tan extraordinaria como incómoda.

NO. . Esta no era la solución ideal. No. No había alternativa para salvar el Estado de derecho. Este desastre tiene padres bien conocidos. ¿Quién destruyó la Cataluña que ha gozado de más autogobierno en la historia moderna? Exacto. Ellos. Los que se disfrazan de mártires

 

fuente: El Pais: Ricardo de Querol

 

 

 

 

 

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